sábado, 30 de noviembre de 2013

Quién como “Panchito”, el perro.
Tirado al sol, en un escalón del metro.
Valiéndole todo y todos. Olfateando
niños/niñas y zapatos.
Dando algunos pasos en busca de sombra,
acomodando su rabo y dejando caer
todo su cuerpo peludo, y pulgoso sobre ésta.

¡Cuánta feliz despreocupación!
¡Cuánta cordura y relajación!

De un santiamén se levanta y echa a correr,
Susanita le grita: ¡Panchito, Panchito!

A veces lanza ladridos al viento,
encabronadísimo por el ruido insoportable
de los muchachos de la prepa y universidad
o de cualquier vagabundo que arrastra los pies para andar.
Los corretea y lanza mordidas, pero aún  no he visto
que alcance a ninguno, es una pena.

Pancho bebe agua estancada de los charcos;
que habitan y se hunden en el paradero,
ahí donde ya es común que caigan los autos.
Ya me imagino allá abajo, como dos bolsas de agua
como nubes bien cargadas. Pero no, allá abajo está el metro
también a punto de reventar.

Yo estoy sobre la lámina del puesto,
cierro mis patitas en forma de puño
para no rasguñarme con mis garritas
-eso es lo único que ahora me preocupa-
y las froto por todo mi rostro:

¡Qué sueño!
voy
vengo
subo
bajo
una estiradera de tiempo




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