sábado, 9 de noviembre de 2013




El reloj desdoblaba la tarde en segundos agazapados. Hechos truenos, buscan  la calma en un parpadeo. Esos parpadeos son curiosos, saltan entre manecillas dislocadas; asesinas, tormentosas. Se zambullen entre tus piernas, buscan un silencio dulce. No sé porqué siempre deambulamos el desencuentro, no sé porqué siempre. La tarde no respira, te tengo en la punta de mi lengua, en la punta del desatino.

La cama es la tortura que invoca , las sábanas asombran y el día trae el olor de tus noches. Me gustas pavorosamente, la suave piel de tu tacto, tu boca hambrienta de mí. Tengo en las pestañas el sueño, salta el misterio de sombras que te nombra. Tu cuerpo junto al mío, la oscuridad y el abismo. Eres un inocente sueño.

A veces la luz parpadea y dialoga con ese horizonte, nada cambia. Los artilugios se disfrazan y danzan: deshacen torbellinos con sólo pensarlo. Navegan cansados ante el naufragio. Se arropan en tu mirada. Islas al tacto.




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